UNA OCASIÓN
QUE NI PINTADA
Pepe Herreros permanece subido en la
escalera de su pintura. Y en los peldaños altos, donde la dificultad de
mantener el equilibrio aumenta diariamente. El asunto, la perspectiva, el
tamaño de lo pintado, están sujetos a continuas mudanzas en la mirada; no sólo
lo cercano y lo lejano, también lo interior, lo que de adentro necesariamente
sale. Vértigo y mareo, acuden prestos a incomodar al que obra retirado del
suelo. Les sucede a los albañiles, capaces en número escaso de blandir la
brocha con soltura, también a los bomberos. Son oficios en que peligra la vida,
la caída puede ser mortal. En el pintor, además está en trance su prestigio, y
adquiere nuevos riesgos a propósito. Tres oficios cuya vestimenta los
delata. Manchas de grasas de colores y
aceites, goterones de cal, puntos de hollín se pegan a sus ropas, temerosas de
desplomarse a tierra.
Pepe Herreros inaugura hoy su exposición
“Figuras en pequeño formato”. Están elaboradas con técnica mixta, denominación
que a mí me recordó los trenes compuestos de coches de viajeros y vagones de
mercancías, la primera vez que lo escuché. La técnica todavía perdura, aquel
tipo de trenes se alejó de las vías como yo de mi infancia, y por mucho que
corramos no podremos alcanzarlos. Admirando estos cuadros, su relación con lo
pintado en cada peldaño nos resulta familiar, en seguida se nota el parentesco.
Habrá quien me diga, si es atrevido, que saque la escalera del pintor de esta
sala, porque por las medidas de la obra expuesta, con un sillón de mimbre, una
mesa camilla de brasero, un tarro de pinceles, colores a mansalva y un manojo
de cuartillas, los útiles han sido suficientes para que ejecutaran sus manos de
pintor excelente estas manifestaciones intemporales que espera llevarse a su
casa el público asistente. Quien la escalera considera sobrante, inmediatamente
debe desistir de su banal ocurrencia. Pepe Herreros, engarabitado a su manera,
ha realizado estos trabajos rozando su cabeza el techo. Bajarse para acometerlos en el comedor hubiera
sido renunciar a su vida de artista. Después de más de medio siglo escalando
peldaños, mirando la escalera desde el
suelo quizá tuviere deseos por un oficio apegado al terreno. Y presiento, sin presumir de dotes de adivino,
que decidido a dedicarse a una nueva ocupación, elegiría ser pastor; cabrero de
almas cerriles, que en este pueblo abundan en demasía.
Santiago
Ramos. 06.03.09